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jueves, 20 de febrero de 2014

Historia de 3 rosas - 4ª Parte

Escuchando:
Dulce Pontes & Ennio Morricone
A rose among thorns


     Me quedé mirando fijamente al horizonte sin poder comprender lo que había presenciado. Y tras un momento eterno de perplejidad regrese a mi cama y me tumbe reflexionando en lo que había visto. Cerré mis ojos y me relajé hasta tal punto que el siguiente relámpago me sobresalto y me levanté de la cama como un tiro.

       Tras el susto inicial me di cuenta que lo que había sucedido era sólo un sueño. Así que me acerqué a la ventana y miré al jardín. En ese momento empezó a diluviar en toda la extensión de la palabra y no sé si por el sueño o por convicción propia bajé al invernadero me puse las botas y con una azada pequeña y mi maceta de cerámica me encaminé hacía la rosa de mi elección.

          No sé si la decisión era la correcta pero el tiempo pondría a cada cosa en su sitio y vería si había hecho lo mejor. De momento me acerque a ella. Y poniendo la maceta y la azada en el suelo y arrodillándome ante la rosa mientras gotas de agua recorrían mi cuerpo le dije a la misma:

- " Vas a ser tú la que dé alegría a mi hogar. "

         Ante mi rosa elegida. De rodillas con las herramientas a mi lado. Cayendo el agua por doquier. Me quedo petrificada y soy incapaz de generar movimiento alguno. Miro fijamente a la rosa y tras hacerlo miro a las otras dos. Un momento a cada una. Vuelvo la mirada y me fijo en la que tengo delante. Y agachando la cabeza veo en mi mano el elemento separador de la vida en la tierra. Abro mi mano y cae suavemente en el empapado césped.




          Sin poder moverme sigo observando el elemento de madera y metal que decide sobre la vida de otro ser aunque sea vegetal. Y poco a poco, pero inexorablemente salen de mis ojos una gotas de agua salada que se unen a los pequeños ríos de agua que ha generado en mi rostro tan enorme diluvio. Cierro los ojos y soy consciente de mi egoísmo mientras siguen saliendo mis lágrimas.

¿Quién soy yo para decidir sobre tan nobles obras de arte de la naturaleza?

          Pienso y sigo pensando. 
     


        No sé que me lleva a creer que cosas tan bellas hay que sacarlas de la tierra para ponerlas en un lugar que lo único que hacen es resaltar mi ego desmesurado de tener lo más bello a mi alrededor.

Es muy triste.

        Es muy triste pensar que lo único que sé hacer para tener una vida perfecta y a mi medida es trasplantar las cosas bellas de su lugar natural para cubrir un lugar o puesto en el cual no lucen en todo su esplendor y que no es natural con su esencia.

Esencia divina y mortal.
Esencia que hace que se desee tener en mi poder.
Esencia de la que adolece mi alma.
Esencia que envidio porque yo 
no poseo espíritu comparable a estas plantas.

Ellas hacen algo por este mundo.
Dan belleza y oxígeno.
Yo la robo y consumo su oxígeno.

¿Qué clase de vida llevo robando a otros lo que yo no tengo dentro de mí?

jueves, 13 de febrero de 2014

Historia de 3 rosas- 3ª Parte

Escuchando:
Secret Garden - Song from a secret garden


La noche ya se echó sobre el jardín de las delicias que es mi jardín.

        Es el momento adecuado para retirarme a dormir. Lo necesito. El día ha sido muy duro y en cuanto me meto en la cama quedo rendida en un profundo sueño. Y al poco de dormirme empiezo a soñar. Y comienzo a imaginar.


        De repente un relámpago me despierta. Me levanto rauda , me dirijo a la ventana a ver que es lo que ocurre. Una tormenta se acerca por el horizonte montañoso. Parece de las gordas.


          Pero por lo que veo solo es tormenta eléctrica. Suena el trueno y golpea el suelo con fuerza tanto que retiemblan los cristales de mi hogar. Salen corriendo los animales del grupo de árboles que hay al otro lado del muro de mi jardín y una ardilla de entre en él y corriendo, pasa el muro y se acerca hacia la rosa blanca y en el momento que contacta con ella, ésta se empieza a transformar en un joven, la cual cubierto de una gasa opaca de un blanco inmaculado, se yergue sobre sí y en el momento en que está totalmente estirado dirige la vista sobre mí y mirándome fijamente me habla:






- " Yo, rosa silvestre, te agradezco el cuidado que me das , más por mi condición necesito el contacto con la naturaleza para ser rosa. Aún así dame tus cuidados porque los das con cariño , ternura y hacen que me sienta bien. Mas no saques mis raíces de mi sitio porque ellas son mi vida y son las que me hacen ser tan especial. 
     Te pido que disfrutes de mi aroma y de mi belleza como yo disfruto de tu protección y de tu atención. Los cuales hacen que me sienta más rosa y los cuales hacen que florezca como debo florecer. 
    No te pido nada más. 
Solo te ruego que me cuides y sin un día ves que tus cuidados no me sirven, no hacen bien alguno en mí, me dejes morir. Y arrancándome de raíz haz un agujero y entiérrame en él y sobre mi planta otra rosa a la que pueda dar mi alma para que florezca y te dé satisfacciones como tú me las das a mí."

        Tras estas palabras el joven se recogió y en el momento en que se hacía rosa de nuevo la ardilla, que parecía detenida en el tiempo y en el espacio empezó a moverse de nuevo y corriendo hacia la segunda rosa contactó con esta y se produjo el mismo milagro. En este caso se erigió un joven con una túnica azul. Y repitiendo el mismo gesto que la anterior me habló de esta manera mientras me observaba:





- " Yo, rosa imposible de crear porque el azul es color no natural para una flor como yo , te agradezco tus cuidados, que me tengas en consideración como ser un elemento participativo de la belleza de tu hogar.
      Pero como elemento natural soy perecedero y aunque sepa que voy a estar muy bien cuidada en tus manos ten por seguro que soy poco estable en cuanto cambio de lugar dejo de ser la rosa azul, para ser una rosa normal..
     Me sentiría dichoso de poder ser por un momento la flor a la cual diriges tu mirada cuando te levantas por la mañana y lo último que ves cuando te acuestas. Aún así te pido que cumplas por mí un deseo si deseas llevarme contigo y es que cuando veas que me marchito y dejo de ser esa rosa que tanto te gusta me devuelvas a mi lugar del jardín y tapándome con las hierbas secas dejes que crezca a mi ritmo y a mi manera.
     Y olvides que cuando vuelva a lucir debes volverme a llevarme a tu hogar. Mi alma ya te agradecerá de antemano ser la flor más importante para ti aunque sea brevemente.
      No te pido más. "


          Después de hablar se volvió a recoger y el momento en que recobro su forma natural la ardilla continuo su carrera hacía la tercera rosa hasta que se detuvo mágicamente al tocarla en su tronco. Y ocurrió lo mismo que en los dos anteriores casos. En esta ocasión se despertó un joven ataviado con una capa negra. Y mirándome fijamente me dijo:



- " Yo, rosa inmortal pues negro es el vacío el cual es no mortal, te doy las gracias por pensar en mí para hacer de tu hogar un lugar con clase al añadir mi belleza a tus cuidados. Yo deseo ser esa naturaleza que da vida a tu casa pero para que puedas verme en total esplendor deberé ser yo la única planta que viva en tu lar pues siendo tan inexistente que la natura no ha podido crearme por si misma he de estar rodeadas de vida de mi misma procedencia y al no existir tal cosa debo ser yo el elemento único que colme de orgullo tu ego al no haber nada más raro en este mundo.
      Llévame y cuídame, y haré que te sientas realmente dichosa de poder mostrar mi belleza al mundo.
      No te pido más. "


En esto se recogió sobre si y se volvió a su forma original. La ardilla reanudó su carrera y desapareció por el otro lado del jardín…



Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Historia de 3 rosas- 2ª Parte

Escuchando:
Vals de las Flores - Tchaikovsky

         La noche se echa sobre mi jardín y me retiro al interior de mi casa. Allí en la soledad de tan amplio hogar veo que la belleza que poseo en el jardín es la que me falta en mi vida.


       Entro en el salón y ante mí se presenta la foto de ese girasol que fue mi primera flor. Regalo inesperado que me inició en este mundo de las plantas. Le dediqué toda mi atención, mi cariño y mi tiempo. Pero el mal tiempo y otras adversidades hicieron que se secara y se marchitase. Sólo me quedaron sus semillas y espero al buen tiempo para plantarlas y que germinen como su predecesora. No será la misma planta pero será algo que tendrá su perfecta armonía con el jardinera porque la cuidara tanto como a su original.


       Allí en la repisa de la ventana se halla mi última adquisición: una orquídea. Rescatada de un jardín sin cuidar es una planta que aún siendo muy bella está a falta de cariño para que florezca tan esplendorosa como son las orquídeas. Es frágil y delicada. Su roce hace que pueda ajarse en cualquier momento, estoy dispuesta a cuidarla para que sea lo más bello que tal vida pueda ser.

Me acerco a ella para contemplarla y para ver si le hace falta algo pero no. Está bien.


          Ahora pierdo mi vista hacia el jardín y aunque hay poca luz distingo mis tres bellezas y creo que debo traerme esa rosa de ahí que aunque sea la más peligrosa de mover es la que más alegrías me da. No porque las otras no me den alegrías sino porque ella necesita cariño y cuidado pero no necesita que se la vigile de los elementos ni que sea más bella porque se le da mas atención. 

        Es hermosa en sí porque sabe que es una rosa y no necesita que nadie le ponga un cartel para definir que tipo de subespecie es.



          Daré algún tiempo para que se fortalezca e intentaré ponerla en un lugar de honor en mi hogar. Merece que sea admirada por algo más que los animales que corretean por el jardín al amparo de la oscuridad. Decidido. Probaré con ella ya que es lo que necesito para hacer más hogareño mi hogar.Mientras pienso en lo que voy a hacer creo que ellas tienen una conversación…


¿Qué podrían hablar tener entre ellas?

Me gustaría saberlo...

Puede que hablasen de...



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jueves, 30 de enero de 2014

Historia de 3 rosas- 1ª Parte

Escuchando
Rose garden - Lynne Anderson


"Algunas veces hay que decidirse
entre una cosa a la que se está acostumbrado
y otra que nos gustaría conocer."
Paulo Coelho




Esta es la historia de la vida de una mujer, de sus amores y de un decisión acertada o no;narrada de una manera un tanto peculiar.



         En mi jardín hay muchas flores pero sobre todo tengo rosas exquisitas y raras. También hay mucha maleza pero mis flores resplandecen sobre cualquier cosa. Así que decidí trasplantar una del jardín y ponerla en un tiesto en mi habitación. 

       Recorrí el verde campo y hallé tres rosas singulares que habían florecido en las últimas semanas y me decidí a llevarme una pero debía ver cual podía llevarme. Así que empecé a fijarme en cada una de ellas. Me acerqué a la primera y resultó ser una rosa preciosa de una tonalidad blanca envidiable.

        Nadie se había percatado de ella porque estaba abandonada en una esquina del jardín y florecía allí sin que nadie se fijase en ella. Puse mi nariz en sus pétalos y tenía un aroma embriagador pero era una flor que lo que necesita es admirarse en su situación del jardín y aprovechar su belleza para resaltar más lo bonito que es el mismo. 

        Y por ello quite toda la maleza que había a su alrededor y deje expuesto a la vista de todo el mundo lo verdaderamente preciosa que era. 


           Tras ello fui hacia la esquina del invernadero donde se hallaba una rosa azul. De un azul tan intenso como los peces de los arrecifes y en torno a ella se rizaban en suaves tonalidades doradas la hierba que se había secado. 

         Sin quitar esos rizos naturales que la hacían más bella de lo que era de por sí me percaté que sus raíces eran profundas y débiles que cualquier intento de trasplantarla podía provocar que se secase y se marchitase. 

       La flor era maravillosa pero no sabía si debía arriesgarme a llevarla a una maceta con el consiguiente riesgo de acabar con ella.



      Mientras tomaba la decisión me dirigí hacía la tercera que era una rosa negra sin par. Totalmente maltratada por las inclemencias del tiempo y los animales que circulaban por el jardín. Era sumamente delicada por lo que cualquier movimiento para desenterrar sus raíces podía conllevar su deterioro con lo cual dejaría de lucir lo que lucia allí plantada.




        Volví sobre mis pasos y me encamine hacia la entrada del jardín pensando que tenía las tres más bellas rosas que cualquiera pueda desear pero que cualquier intento de modificar su situación podría provocar su perdida de belleza sin parangón.




           Miré de nuevo mi jardín y miré de nuevo a las rosas y pensé en cada una de ellas. La primera rosa blanca era para admirarla en su lugar.  La segunda rosa azul con rizos dorados de hierba era para ir a cuidarla allí. Y la tercera era una rosa negra que exigía plena dedicación y cuidado. 

        Estaba en un dilema y el cual me inquietaba. Por ello tome la decisión de darlas más tiempo para ver si alguna cambiaba y podía llevarla a mi habitación y poder disfrutar de su linda y aromática naturaleza.

       Mañana sería otro día para ver que debía hacer. Aún así tenía mi preferida pero quería estar segura de que lo sacase de la tierra sería igual de bello en el pequeño cerco de un cuenco de cerámica.

¿Cuál era mi preferida?

*
Dedicado a mi padre 
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Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Missing - el desenlace


Instintivamente miró por la ventanilla y allí estaba...

De pié, con las manos dentro de los bolsillos de la gabardina y mirando como el autobús se ponía en marcha y se alejaba de la estación de servicio.



Con un movimiento rápido, se giró en su asiento y le vio a lo lejos, con sus ojos fijos en los de ella y emitiendo una extraña sonrisa, que hizo que su estómago le diera un vuelco por no terminar de comprender nada de todo aquello.


Si no era un pasajero del autobús y ahora estaba allí parado, mirándola como se alejaba, ¿quién era?. Y ¿por qué estaba en aquel momento en el pasillo dándole el teléfono que se le había caído?.


Perdone... - le despertó una voz- hemos llegado, solo quería decírselo, debemos bajar.


Abrió los ojos de golpe y se encontró con su compañera de asiento, la chica que había estado a su lado en todo el viaje pero que dormía desde casi el momento de salir . Le estaba diciendo que ya habían llegado y ella se había quedado dormida sin darse cuenta.


Miró su mano y ahí estaba el teléfono, húmedo por el sudor de la piel al haber estado mucho rato agarrándolo sin moverse. Con su otra mano se tocó el bolsillo del pantalón por fuera. Vacío. Juraría haberlo guardado cuando el señor se lo devolvió.


-¿Donde está el señor de la gabardina?


-¿Quién? Perdone, ¿se encuentra bien?- le dijo la chica mirándola con extrañeza.


- Ha estado durmiendo desde hace mucho, ni siquiera ha bajado usted del autobús cuando hemos parado en la estación de servicio.


De nuevo volvía a no entender nada, ¿que no había bajado en la parada? Claro que había bajado y por supuesto había estado despierta en todo momento... No podía ser que todo aquello hubiera sido solo un

sueño, era real, muy real.

Quiso pensar que el cansancio le estaba jugando una mala pasada y no quería realmente buscarle una explicación.


Al bajar del autobús sus amigas ya la esperaban alegres y contentas porque al fin, todas las amigas de la infancia volvían a reunirse.


Tanto la fiesta de despedida como la boda fueron muy divertidas, hablaron de recuerdos de cuando eran niñas, se presentaros a sus respectivas parejas. Algunas ya estaban casadas, otras incluso tenían hijos, dos de ellas fueron solas y se contaron sus largas y desastrosas vidas amorosas, quedaron para el domingo, antes de volver cada una a sus rutinas y a sus ciudades en visitar la antigua casa-museo donde según la historia del pueblo, había residido la primera familia que fundó un negocio en el pequeño y apartado lugar.



         Era un pueblo pequeño donde todos se conocían y era extraño que en alguna de las casas no se tuviera un primo o algún otro familiar lejano.








            Aún con restos de resaca y cansancio, las cinco se dirigieron allí, menos la recién casada que a saber como acabaría la noche, lógicamente.


               Al llegar ya había gente, entraban y salían en orden. La casa era muy vieja, con ese olor a libros antiguos y armarios cerrados demasiado tiempo. Todos sus muebles tenían algún pequeño roce y esos diminutos agujeros que aparecían siempre por la carcoma y el paso del tiempo. La mesa de la pequeña salita de estar donde había una estufa de acero, redonda de la cual salía un tubo hasta el techo, estaba cubierta por esos blancos de encaje del que colgaban unas borlas en cada esquina, solo que este ya estaba amarillento y algo almidonado.



             De la salita se pasaba directamente al negocio que daba a la plaza mayor del pueblo, una vieja casa de costura donde se hacían arreglos de ropa y se confeccionaban trajes para los habitantes, incluso para pueblos vecinos, llegó a hacerse muy famoso por ser el primero en abrirse en toda la localidad.


            Las cinco amigas iban de un lado a otro, mirando piezas antiguas, máquinas de coser que solo habían visto en otros museos o fotos, maniquís con trajes de aquella época y artículos de decoración que alguna de ellas llegó a pensar en el valor económico que tendría por su antigüedad y significado.


        Una de ellas se giró y al ver a su amiga pálida, quieta, inmóvil mirando una foto muy vieja y se extrañó por la expresión de su cara. Estaba como asustada, los labios la temblaban ligeramente y sus manos se habían quedado de repente frías.


Se acercó a ella y le preguntó qué ocurría.


           La chica solo pudo articular dos palabras, preguntando quién era y señalando una foto que colgaba de una de las paredes del negocio.



             Uno de los guías le dijo que era el fundador del local, el cabeza de familia y padre de las costureras que habían dado vida al lugar. Murió hacía ya 65 años y con su fallecimiento la gente había empezado a crear leyendas y mitos tontos.



       El chico sonrió al contarles la historia que según el, no se creía ni aunque lo viera con sus propios ojos.




         Contaba que la gente del pueblo hablaba de un viejo al que se le veía subir a los autobuses que iban y venían de otras ciudades, pero nadie conocía, nunca llevaba billete y todo lo que le acompañaba era una gabardina larga, con grandes bolsillos y una sonrisa bajo su espesa barba blanca...


Creative Commons License

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.





sábado, 14 de diciembre de 2013

Missing I

Escuchando:Nick Cave and Warren Ellis; The Road




       No podía conciliar el sueño a pesar de estar agotada y llevar más de 48 horas de un lado a otro habiendo dormido tan solo tres de ellas. Quiso cerrar los ojos y dejarse llevar por el suave traqueteo del autobús, pensando que casi no se oía el ruido del motor y eso era una ventaja. Necesitaba dormir antes de llegar a su destino , una vez allí le resultaría prácticamente imposible descansar hasta la noche del día siguiente e iba a ser un día largo y duro.


          Pero apenas sí había dejado caer los párpados sintió la vibración del móvil en el bolsillo del
pantalón, tan solo dos leves toques lo cual le dijo que era un mensaje. Dudó un momento si leerlo o dejarlo para más tarde y concentrarse en dormir pero sintió curiosidad por si fuera de la oficina o de su casa dando alguna noticia importante.


La pequeña pantalla del móvil se iluminó cuando desbloqueó el teclado y efectivamente, un mensaje recibido le hizo sonreír.



Era de el , que una vez más le hacía saber lo mucho que la echaba de menos.





"Paseando por las calles de esta perfecta ciudad, no puedo más que sentirte a mi lado, desear que este paseo vuelva a ser lo que una vez nos dijo que el tiempo era nuestro. Te quiero."

         Supo qué contestar pero no lo hizo en ese momento, había una especie de conexión entre
ambos que les unía, que les hacía sentir lo especiales que eran y sabían que nada ni nadie conseguiría entender el tipo de relación que tenían.




         Pensando en todo eso, y con el móvil en la mano cerró los ojos, apoyando su cabeza en el
respaldo del asiento. Sintió esa tibieza relajada en la que no estás dormido pero tampoco despierto, en la que oyes lo que hay a tu alrededor pero en tu mente empiezas a ver imágenes de un sueño que tan solo acaba de empezar.

Y respiró profundamente.


        Abrió los ojos y desde la ventanilla del autobús pudo ver una luna roja como fuego, apenas empezando a ascender, asomando tímidamente tras una enorme montaña. 

     Preciosa, brillante, con un color incomparable, jamás nadie podría imitar un tono así.



        Alguien tocó su hombro y eso la sobresaltó, incorporándose en el asiento y poniendo su mano en el pecho en señal de que se había asustado, un acto reflejo que le hizo pensar que minutos antes tenía el móvil en esa mano.


Miró al hombre que había puesto la mano sobre su hombro y luego miró su mano buscando.


       El hombre mayor, alto, de aspecto entrañable pero mirada triste le alargó el teléfono móvil con una media sonrisa y ella lo miró extrañada, como si no supiera de qué se trataba ese aparato que el le ofrecía. Volvió a mirar a los ojos de aquel hombre y sin dejar de hacerlo cogió el teléfono, guardándoselo por instinto en el bolsillo de nuevo y pensando que quizá durante una milésima de segundo se había quedado traspuesta y el teléfono se había caído al dejar la mano relajada.



      Dio las gracias al hombre mientras se giraba para desabrocharse el cinturón de seguridad y levantarse para estirar un poco las piernas pero cuando se levantó no vio a nadie en el pasillo del autobús, solo ella estaba de pie y los demás pasajeros ocupaban sus asientos. Algunos dormidos, otros leyendo, unos cuantos más con los auriculares viendo la película que en las pequeñas pantallas que salían del techo del vehículo ofrecían para hacer más ameno el viaje... Pero nadie de pie y con lo poco que había tardado en desabrocharse el cinturón y levantarse, el hombre solo podía estar en algún asiento muy cercano al suyo, con lo que pensó que incluso había sido rápido para volver a sentarse.



     Estudió a los pasajeros que había alrededor, disimuladamente miraba a todos y cada uno de
ellos esperando encontrarse con los ojos de ese hombre que la había sobresaltado pero por más que miraba, nadie se le parecía, la mayoría era gente joven o de mediana edad.


      Tampoco podía haber ido al diminuto baño que se encontraba justo en la mitad del autobús,
junto a la puerta de salida ya que todos los asientos estaban ocupados, no había ni uno solo libre.


      Llegó a pensar que estaba tan cansada que quizá no consiguió ver bien entre la oscuridad
que ya empezaba a atrapar la noche y por eso no localizaba al señor de pelo canoso y mirada
triste y exenta de toda vida.


Hizo una mueca con la cara como de despiste, no terminaba de entenderlo pero tampoco
le dio mucha más importancia.

       Permaneció durante unos minutos de pié, moviendo ligeramente las piernas para que la sangre circulara un poco y no se le entumecieran. Eran algo más de cuatro horas de viaje y ya estaba muy cansada.


Se dirigía a la boda de una amiga y sabía que nada mas llegar ya la esperaba una buena fiesta de despedida y al día siguiente sería aún peor.


         Volvió a su asiento, quedaba poco para hacer la parada obligatoria de descanso y empezaba a estar hambrienta. Estuvo leyendo durante un rato pero no conseguía dejar de pensar quién sería aquel señor que tan amablemente le había devuelto el móvil y había desaparecido de aquella manera tan extraña.


Quizá cuando pararan podría buscarle más detenidamente para darle de nuevo las gracias.

 

     O eso intentó al menos una vez que hubieron descendido todos los pasajeros pero fue inútil la búsqueda. Entró al bar de carretera en el que todos estiraban las piernas y tomaban algún refrigerio antes de continuar el camino. Paseó entre las mesas del local, miró la barra, incluso miraba la puerta de los aseos pero no había rastro de aquel hombre. Recordaba que llevaba una especie de gabardina de color crudo, y la barba espesa y canosa le daba un aire de ser alguien entrañable, como uno de esos abuelos que todos quisiéramos tener para sentarnos junto a el a escuchar cuentos o historias de familia.

          En todo el lugar no había nadie de esas características y pensándolo más detenidamente era algo extraño que llevara una gabardina tan gorda con el calor que hacía en el autobús a pesar de estar ya en otoño. Para un viaje tan largo sería incómodo llevarla durante todo el trayecto.

Decidió ser la última en subir y así vería a todos los pasajeros del autobús.






       Pero nada, cuando ya no quedaba nadie del grupo de ese viaje el conductor la miró con interrogantes para saber si se quedaba en medio del camino o se decidía a subir mientras ponía de nuevo en marcha el motor. En medio del pasillo y según avanzaba hacia su asiento comprobó una vez mas que todos estaban ocupados y al sentarse, instintivamente miró por la ventanilla y allí estaba.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Alevosía



¡Miedo !grita ella.




Dos jóvenes corren por una callejuela oscura y húmeda, son las tantas de la madrugada y parece no haber un alma. Él tira de la mano de ella,

-Vamos- le dice, - No deberíamos pararnos aquí, ya casi estamos.

Jadean y sudan, están exhaustos.

-Espera, espera un poco- dice ella, con menos fortaleza que él. -Debo recuperarme un poco, llevamos horas corriendo- le protesta.

-Él está aquí, lo presiento – le dice él,  -¿eres consciente de lo que nos pasará si nos pilla?,

 -Sí- responde ella con decisión.

 -Vamos- dicen al unísono.

Echan a correr de nuevo todo lo rápido que son capaces, con el corazón casi fuera del pecho y jadeando con fuerza, en busca de una meta. De repente, doblan una esquina y ven el puerto. Ambos se paran y se esconden tras un contenedor de barco.

-Mira, ahí está- le dice él – ¡hemos llegado !

ambos se miran y sonríen,

 -¡ hemos ganado!- le dice ella, mientras mira atentamente uno de los barcos amarrados en el puerto.

Pero en ese instante alguien sale de la oscuridad desde detrás de ellos, y con dos golpes certeros y rápidos y casi sin hacer ruido les asesta dos puñaladas que acaban con sus vidas sin que ninguno de los dos tenga tiempo de decir nada.



Las portadas de la prensa al día siguiente rezan estos titulares.


Aparecen dos cadáveres en el puerto.

La pasada noche, en las rodalias de los estibadores portuarios, aparecieron los cuerpos de dos jóvenes asesinados.

Al parecer murieron a causa de una puñalada en el corazón en ambos casos, y se desconoce el autor de tan macabro crimen.

Los jóvenes identificados como D.B. Vergüenza y C.P. Miedo, aparecieron tirados junto a los contenedores del puerto.




Fotografías de :Henri Cartier-Bresson
Creative Commons License

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Olor a colegio




La cartera no solía cambiar de un año a otro. Era marrón, con dos cremalleras al menos, un asa y una barriguita forzada por la costumbre de meter secretamente las cáscaras de las pipas que nos comíamos en clase si que la hermana Socorro se diese cuenta. La bata de rayas azules y blancas, muy estrechas, iba creciendo con una y las manchas de tinta condecorada perdían presencia con el paso de los lavados infatigables de mi madre.



Me peinaba con el desaire y el desarreglo de las chiquillas que aún no conocen el agotador trabajo de ser una presumida y me dejaba paciente atusar la ropa antes de salir a la calles subir la empinada cuesta de la carretera comarcal que me llevaba a la parada del autobús camino del colegio en el que año tras año fue transcurriendo mi infancia y juventud.





El primer día de colegio se renovaba el asombroso ceremonial de los olores: los lápices han dejado un aroma en las aulas que se resiste al paso del tiempo; pasan los años y aquella clase de primaria que me veía crecer poco a poco sigue oliendo a cuaderno forrado de papel morado que abría a diario con la parsimonia de los orfebres antiguos.





Dentro de él estaba la vida resuelta en garabatos y, al abrir sus hojas, parecía desprenderse el mismo perfume que se evapora al abrir un tarro de esencias. Ha quedado en las paredes, escrito en trazos de humos invisibles, y cuando abrimos las puertas nos asalta como un embozado irreconocible, y nos lleva al día en que volvíamos a vernos tras los largos meses de verano húmedo y lento, y a reconocernos algo más mujeres y presumidas. Las había que parecían no crecer nunca hasta que, de repente, un año aparecían con medio metro más y un puñado de granos desperdigados  por sus caras pánfilas, que eran las de todas.



   
     El colegio olía a colegio y las niñas olíamos a vapor de tinta. Recuerdo el día en que nos dejaron utilizar bolígrafo: la disciplina de la plumilla nos acompañó los primeros años y ese otro olor a tintura que la vertía en los tinteros, una a una, siempre la menos torpe de la clase la llevo plegada por algún pliegue del cerebelo. Y el olor que te embestía la correr la cremallera y hacerse con el bocadillo que alguna vez me envolvían en papel de calcar los patrones del Burda.



El pan era pan, y el melocotón era melocotón, tan dulce, tan jugoso, como un largo abrazo de agua. Recuerdo una niña que era la reina del membrillo y casi la de la tortilla.

Y las tizas, que olían, curiosamente, a tiza, no a otra cosa. Y los hábitos de las monjas, que olían a Dios casero, ya confesionario, y a la sonrisa de la Madre Superiora , que nos perdonaba los pecados con aquella grandeza de monja madrileña que igual estaba a las novelas que a los pucheros.




Tuve curiosidad por volver a oler la vida lenta de los colegios. Acompañé a mis hijos a la escuela y metí las narices en sus cosas. Reviví las mañanas de lunes y la vuelta al asombro de las costumbres, de los colores de la usanza antigua, como este texto escrito en blanco y negro.
De nuevo soy colegiala de mis sueños, los que tu pintas de colores o de blanco y negro . Me di cuenta de que la vida cambia de tonos, que siempre se puede volver a empezar en el aula del cariño más sincero.




3/10/2010
M.L

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