Instintivamente miró por la ventanilla y allí estaba...
De pié, con las manos dentro de los bolsillos de la gabardina y mirando como el autobús se ponía en marcha y se alejaba de la estación de servicio.
Con un movimiento rápido, se giró en su asiento y le vio a lo lejos, con sus ojos fijos en los de ella y emitiendo una extraña sonrisa, que hizo que su estómago le diera un vuelco por no terminar de comprender nada de todo aquello.
Si no era un pasajero del autobús y ahora estaba allí parado, mirándola como se alejaba, ¿quién era?. Y ¿por qué estaba en aquel momento en el pasillo dándole el teléfono que se le había caído?.
Perdone... - le despertó una voz- hemos llegado, solo quería decírselo, debemos bajar.
Abrió los ojos de golpe y se encontró con su compañera de asiento, la chica que había estado a su lado en todo el viaje pero que dormía desde casi el momento de salir . Le estaba diciendo que ya habían llegado y ella se había quedado dormida sin darse cuenta.
Miró su mano y ahí estaba el teléfono, húmedo por el sudor de la piel al haber estado mucho rato agarrándolo sin moverse. Con su otra mano se tocó el bolsillo del pantalón por fuera. Vacío. Juraría haberlo guardado cuando el señor se lo devolvió.
-¿Donde está el señor de la gabardina?
-¿Quién? Perdone, ¿se encuentra bien?- le dijo la chica mirándola con extrañeza.
- Ha estado durmiendo desde hace mucho, ni siquiera ha bajado usted del autobús cuando hemos parado en la estación de servicio.
De nuevo volvía a no entender nada, ¿que no había bajado en la parada? Claro que había bajado y por supuesto había estado despierta en todo momento... No podía ser que todo aquello hubiera sido solo un
sueño, era real, muy real.
Quiso pensar que el cansancio le estaba jugando una mala pasada y no quería realmente buscarle una explicación.
Al bajar del autobús sus amigas ya la esperaban alegres y contentas porque al fin, todas las amigas de la infancia volvían a reunirse.
Tanto la fiesta de despedida como la boda fueron muy divertidas, hablaron de recuerdos de cuando eran niñas, se presentaros a sus respectivas parejas. Algunas ya estaban casadas, otras incluso tenían hijos, dos de ellas fueron solas y se contaron sus largas y desastrosas vidas amorosas, quedaron para el domingo, antes de volver cada una a sus rutinas y a sus ciudades en visitar la antigua casa-museo donde según la historia del pueblo, había residido la primera familia que fundó un negocio en el pequeño y apartado lugar.
Era un pueblo pequeño donde todos se conocían y era extraño que en alguna de las casas no se tuviera un primo o algún otro familiar lejano.
De pié, con las manos dentro de los bolsillos de la gabardina y mirando como el autobús se ponía en marcha y se alejaba de la estación de servicio.
Con un movimiento rápido, se giró en su asiento y le vio a lo lejos, con sus ojos fijos en los de ella y emitiendo una extraña sonrisa, que hizo que su estómago le diera un vuelco por no terminar de comprender nada de todo aquello.
Si no era un pasajero del autobús y ahora estaba allí parado, mirándola como se alejaba, ¿quién era?. Y ¿por qué estaba en aquel momento en el pasillo dándole el teléfono que se le había caído?.
Perdone... - le despertó una voz- hemos llegado, solo quería decírselo, debemos bajar.
Abrió los ojos de golpe y se encontró con su compañera de asiento, la chica que había estado a su lado en todo el viaje pero que dormía desde casi el momento de salir . Le estaba diciendo que ya habían llegado y ella se había quedado dormida sin darse cuenta.
Miró su mano y ahí estaba el teléfono, húmedo por el sudor de la piel al haber estado mucho rato agarrándolo sin moverse. Con su otra mano se tocó el bolsillo del pantalón por fuera. Vacío. Juraría haberlo guardado cuando el señor se lo devolvió.
-¿Donde está el señor de la gabardina?
-¿Quién? Perdone, ¿se encuentra bien?- le dijo la chica mirándola con extrañeza.
- Ha estado durmiendo desde hace mucho, ni siquiera ha bajado usted del autobús cuando hemos parado en la estación de servicio.
De nuevo volvía a no entender nada, ¿que no había bajado en la parada? Claro que había bajado y por supuesto había estado despierta en todo momento... No podía ser que todo aquello hubiera sido solo un
sueño, era real, muy real.
Quiso pensar que el cansancio le estaba jugando una mala pasada y no quería realmente buscarle una explicación.
Al bajar del autobús sus amigas ya la esperaban alegres y contentas porque al fin, todas las amigas de la infancia volvían a reunirse.
Tanto la fiesta de despedida como la boda fueron muy divertidas, hablaron de recuerdos de cuando eran niñas, se presentaros a sus respectivas parejas. Algunas ya estaban casadas, otras incluso tenían hijos, dos de ellas fueron solas y se contaron sus largas y desastrosas vidas amorosas, quedaron para el domingo, antes de volver cada una a sus rutinas y a sus ciudades en visitar la antigua casa-museo donde según la historia del pueblo, había residido la primera familia que fundó un negocio en el pequeño y apartado lugar.
Era un pueblo pequeño donde todos se conocían y era extraño que en alguna de las casas no se tuviera un primo o algún otro familiar lejano.
Aún con restos de resaca y cansancio, las cinco se dirigieron allí, menos la recién casada que a saber como acabaría la noche, lógicamente.
Al llegar ya había gente, entraban y salían en orden. La casa era muy vieja, con ese olor a libros antiguos y armarios cerrados demasiado tiempo. Todos sus muebles tenían algún pequeño roce y esos diminutos agujeros que aparecían siempre por la carcoma y el paso del tiempo. La mesa de la pequeña salita de estar donde había una estufa de acero, redonda de la cual salía un tubo hasta el techo, estaba cubierta por esos blancos de encaje del que colgaban unas borlas en cada esquina, solo que este ya estaba amarillento y algo almidonado.
De la salita se pasaba directamente al negocio que daba a la plaza mayor del pueblo, una vieja casa de costura donde se hacían arreglos de ropa y se confeccionaban trajes para los habitantes, incluso para pueblos vecinos, llegó a hacerse muy famoso por ser el primero en abrirse en toda la localidad.
Al llegar ya había gente, entraban y salían en orden. La casa era muy vieja, con ese olor a libros antiguos y armarios cerrados demasiado tiempo. Todos sus muebles tenían algún pequeño roce y esos diminutos agujeros que aparecían siempre por la carcoma y el paso del tiempo. La mesa de la pequeña salita de estar donde había una estufa de acero, redonda de la cual salía un tubo hasta el techo, estaba cubierta por esos blancos de encaje del que colgaban unas borlas en cada esquina, solo que este ya estaba amarillento y algo almidonado.
De la salita se pasaba directamente al negocio que daba a la plaza mayor del pueblo, una vieja casa de costura donde se hacían arreglos de ropa y se confeccionaban trajes para los habitantes, incluso para pueblos vecinos, llegó a hacerse muy famoso por ser el primero en abrirse en toda la localidad.
Las cinco amigas iban de un lado a otro, mirando piezas antiguas, máquinas de coser que solo habían visto en otros museos o fotos, maniquís con trajes de aquella época y artículos de decoración que alguna de ellas llegó a pensar en el valor económico que tendría por su antigüedad y significado.
Una de ellas se giró y al ver a su amiga pálida, quieta, inmóvil mirando una foto muy vieja y se extrañó por la expresión de su cara. Estaba como asustada, los labios la temblaban ligeramente y sus manos se habían quedado de repente frías.
Se acercó a ella y le preguntó qué ocurría.
La chica solo pudo articular dos palabras, preguntando quién era y señalando una foto que colgaba de una de las paredes del negocio.
Uno de los guías le dijo que era el fundador del local, el cabeza de familia y padre de las costureras que habían dado vida al lugar. Murió hacía ya 65 años y con su fallecimiento la gente había empezado a crear leyendas y mitos tontos.
El chico sonrió al contarles la historia que según el, no se creía ni aunque lo viera con sus propios ojos.
Una de ellas se giró y al ver a su amiga pálida, quieta, inmóvil mirando una foto muy vieja y se extrañó por la expresión de su cara. Estaba como asustada, los labios la temblaban ligeramente y sus manos se habían quedado de repente frías.
Se acercó a ella y le preguntó qué ocurría.
La chica solo pudo articular dos palabras, preguntando quién era y señalando una foto que colgaba de una de las paredes del negocio.
Uno de los guías le dijo que era el fundador del local, el cabeza de familia y padre de las costureras que habían dado vida al lugar. Murió hacía ya 65 años y con su fallecimiento la gente había empezado a crear leyendas y mitos tontos.
El chico sonrió al contarles la historia que según el, no se creía ni aunque lo viera con sus propios ojos.
Contaba que la gente del pueblo hablaba de un viejo al que se le veía subir a los autobuses que iban y venían de otras ciudades, pero nadie conocía, nunca llevaba billete y todo lo que le acompañaba era una gabardina larga, con grandes bolsillos y una sonrisa bajo su espesa barba blanca...
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Con vuestro permiso este relato se lo dedico a una personita muy, muy especial
ResponderEliminarPara ti y para el hombre del caramelo
muakkkkkkkk
Es difícil saber dónde empieza la realidad. ¿Soñamos o nos ha ocurrido realmente?. Todo es un misterio.
ResponderEliminarTu relato me ha gustado mucho.
Te deseo una Navidad maravillosa rodeada de todos los tuyos.
Muchas gracias.Recibe mi cariño y un besito enorme.
un relato con una estupenda dosis de intriga. besos María. Feliz tarde
ResponderEliminarGerard
Creo que muchas veces soñamos despiertos , Amalia y eso no tiene nada de malo, siempre y cuando no sean pesadillas !
ResponderEliminarGracias por estar siempre
Un beso enorme y ya sabes lo que yo te deseo: mis cariños estas Fiestas y siempre; para ti y los tuyos.
Muakkkkkkkkkkks
Gracias Gerard
ResponderEliminarFeliz tarde para ti
... besos
Me encantaaaaaaaaaaaa!!!! En serio que me ha encantado la historia, esa mezcla entre sueño y realidad, entre lo que puede ser o no, leyenda, historias inventadas... Y es que el misterio siempre nos atrae, a que sí?
ResponderEliminarQUE TENGAS UNAS MUY FELICES FIESTAS!!!!!
cote te deseo de todo corazon que tengas unas muy felices fiestas con mucho amor, paz , salud y que te vaya muy bien en esta maravillosa vida. besos y abrazos
ResponderEliminarGracias de corazón FG!!! ya sabes que siempre me encantan tus relatos, tus cuentos , tus historias!!
ResponderEliminarTu si que me atrapas en tus letras
Un beso enorme
Y dulce noche
Al dia siguiente, ella encontró el papelito con el número de teléfono... Con cierto temor llamó y tuvo la certeza de que él contestaria a la llamada...
ResponderEliminarSeguro que asi fue, seguro...
(Los espiritus soñados siempre devuelven las llamadas...)
Un abrazo, amiga, y muy felices dias
Q imaginación tienes, me gusta mucho como escribes niña. Dejas a la gente entrar en esa sala de tu relato con una facilidad increíble.
ResponderEliminarUn placer pasarse siempre.
Besos
... mmm ANTIQVA entonces si sueño ...con
ResponderEliminarme llamará?
voy a cerrar los ojos y soñar despierta, dormida no recuerdo lo que sueño
Un abrazo enorme
Sonsoles vengo de leerte y te digo lo mismo, me tocaste ahí en lo hondo donde el alma habita y el corazón siente
ResponderEliminarUn besito, hoy dulce , ok?
Detras de cada pequeña cosa que nos sucede siempre hay un mensaje. Cuanta verdad estrellita. Tal vez como ami el sr del caramelo nos visite desfrazado de muchas maneras. Ringgg ringgg Besos
ResponderEliminarMilagritos Dem milagritos...
ResponderEliminarUn besito dulce de caramelo
Me encanta...
ResponderEliminarLlena de suspense, como me gusta...
Y qué imágenes... Divinas.
Un lujo :)
Muchos besos
¡¡Muchas gracias Misterio !!
ResponderEliminarTu nombre ya dice todo !! ( o casi)
Las imágenes ya sabes todas tuyas , vale?
Un besazo enorme y feliz lunes!!
Son mágicos tus blogs...
ResponderEliminarMuchos besos
que bien escribes te envidio
ResponderEliminarAy Misterio Azul te aseguro que me has provocado una sonrisa de oreja a oreja, no sé que decirte, pero me gusta lo que me dices
ResponderEliminarUn besito!
Robert espero que sea envidia sana!!
ResponderEliminarUn placer verte por este pequeño espacio