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viernes, 22 de noviembre de 2019

En los límites de su memoria , La Bámbola

En su anchura, el olvido reconoce a los suyos,
y en su tierno abandono mi destino se aclara.

Carlos Mastronardi 



         Llegó al edificio escapando de aquella torrencial lluvia, refugiándose bajo el alero situado cerca de la puerta principal.

      Se ciñó la chaqueta y casi desplomándose, se apoyó en el portalón. Esté se abrió violentamente, haciéndola tropezar. El susto le llevó a apoyarse en el picaporte de latón para no perder el equilibrio.

     Notó su calor, como si alguien recientemente hubiera abierto la puerta.La oscuridad pudo más que su prudencia, vaciló  por un segundo y se decidió a traspasar el umbral.




En su interior un desagradable olor a humedad, mezclada con el olor a cera quemada, la perturbó por segunda vez. Su instinto le decía que había habitantes en aquella casa, pero la oscuridad le impidió ver si estaba en lo cierto.

De pronto, un rayo partió el cielo, iluminando las escaleras que abrían paso al piso superior.

Buscaba desesperadamente, a tientas , buscar el interruptor de la luz, sin encontrarlo, una y otra vez, sin éxito  recorrió cada centímetro de la humedad pared.

             Con mucho cuidado de no tropezar, en la oscuridad, se dirigió a las escaleras. De vez en cuando, la oscuridad dejaba paso a una ligera penumbra alentada por los destellos de los relámpagos y aunque breve fueron suficientes para iluminar el camino.

         Se detuvo en el primer piso, donde probablemente debía de haber un espacio abierto. Localizó un nuevo interruptor de la luz, pero fue en vano, otro intento fallido.



    Entró en la habitación esquivando los muebles que la albergaban. La luz de otro relámpago iluminó, esta vez la chimenea que estaba frente a un gran ventanal, fué sólo un momento, suficiente para ver el  el estante que albergaba multitud de velas.

A tientas se acercó a él y ayudada por la tenue luz que llegaba del exterior, buscó algo para encenderlas. Y allí estaba ella , aquella muñeca rota 







Rota


es una muñeca rota

corazón de la lana 
y cuerpo de plástico .





Fría

glaciar frío , 
cumbre de nieve

cubierta con cristales blancos .


Vacía

armario vacío

con puertas que crujen
bisagras colgando


Rota, fría y vacía
 que mira hacia abajo.


No hay nada más

 que una  sonrisa egoísta
Nada desde que se fue.





(Fragmento de "En los límites de su memoria ©" ; MaRía)

martes, 5 de noviembre de 2019

En los límites de su memoria - Soledad


Subo al tren del pasado.
me conduce
al sitio en que se borra la memoria


Jose Emilio Pacheco




La soledad, es a veces esa vieja del visillo, que nos mira a través del cristal, unas veces opaco, cómo tratando de suavizar aquello vivido, momentos duros o sencillamente que añoramos.

Otras se nos muestra tan impoluto que nos muestra el hoy, el momento justo, a la hora justa

Soledad, se viste de tantos matices como sensaciones podemos sentir en nuestro corazón: melancolía, alegría, sueños, quimeras, metas...

Hoy se vistió de preguntas, esas ella y yo sabemos de antemano que no tendrán respuesta

Y aunque es silencio, te susurra una canción que se repite en bucle, qué suena y suena dentro de tu mente, como una cruel tortura

Soledad fiel compañera, leal siempre y cómo yo vestida según la ocasión

Soledad se pinta los labios de carmín, seductora musa de mis mañanas


María
29/11/2018



¿Qué significan esas hojas muertas,

bronce fundido en la lluvia que arrastra el año

por el río del otoño?

 No significan: son.

Les basta ser y acabarse. 

Jose Emilio Pacheco

fot: Maya Sir






             En la oscuridad y con el mal tiempo, la calle empedrada parecía confusa, casi intransitable, se iba difuminando por la crecida de los charcos de agua.

         En ocasiones, la visión era más nítida, gracias a los faros de los coches que pasaban, con su lento caminar a causa de aquella noche desapacible.





         Se imaginaba la cara de asombro de los conductores, transitando en medio de aquel aguadero torrencial.

Enojada y sin paraguas corría por las aceras intentando esquivar algún que otro chapuzón.


         Seguro - se dijo- ellos también están enojados al verse obligados a ralentizar la marcha e incluso desviarse y tomar la estrecha calle de la izquierda para poder sortear aquellos inmensos charcos.

        Se asustó al ver su sombra inclinada que se extendía desde sus pies hasta unos diez metros por la carretera, y luego seguía trepando por las paredes de las casas perdiéndose en los picos de los gigantescos cipreses que bordeaban la costa.





           El aumento de la incesante lluvia, le obligó a buscar refugio en un  caserón, grande y vacío. Eran unas enormes ruinas de piedra que a menudo espiaba desde la ventana de su dormitorio. 


        La soledad impulsaba su imaginación viendo sombras errantes por toda la estancia a través de la gran ventana arqueada de oscura madera situada a lo larga de la cubierta inclinada.





(Fragmento de "En los límites de su memoria ©" ; MaRía)




Extraño

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