viernes, 25 de abril de 2014

El Espejo (Epílogo)







          Con sus manos atadas en la nuca, la sensación de poder que ella había empezado a sentir, aumentó tanto como su excitación. Con calma le quitó los zapatos y los calcetines. Le bajó los pantalones hasta los tobillos y se los quitó también.

         Su miembro delataba su excitación, aunque él no parecía demostrarla. Le atraía como un imán y estuvo tentada de acariciarlo, pero se contuvo. Le quitó, por fin, su prenda más íntima, y observó su desnudez. A pesar de la diferencia de edad, se sentía totalmente atraída por ese hombre.

Le sugiero que, si va a utilizar el cinturón, me quite antes la camisa


En la estantería donde se amontonaban los libros y junto a otros objetos, vió una daga de plata repujada. Se acercó a cogerla, la sacó de su funda y comprobó su filo.

Con una sonrisa, inquirió con la mirada a su maniatado anfitrión

- No se prive, estoy en sus manos


        Con la ayuda de la daga, la camisa quedó en unos segundos hecha unos jirones. Cortes superficiales en la piel empezaron a sangrar ligeramente En ese momento, su única vestimenta era el cinturón del batín.

      Sin avisarle, ella, descargó un golpe en sus nalgas con el cinturón. Él mordió su labio inferior por que sabía lo que venía a continuación, y le gustaba

- Su visión se va a realizar - le dijo


      Y mirando hacia el espejo comenzó a azotarlo con una cadencia, como si un metrónomo marcase el ritmo de sus golpes.

Plas – plas – plas - ……

        Al principio no notó nada, pero a medida que se iba cansando, vio algo diferente en el espejo. La visión no era tan nítida como antes, pero no le dio importancia.

      Él había aguantado estoicamente, sin que su virilidad se viese resentida, muy al contrario, su miembro parecía haber aumentado su tamaño.

      Le hizo arrodillarse, lo tomó del pelo y, forzando su cabeza hacia atrás lo besó con furia. Su lengua, buscó la del hierático hombre que la había trastornado. No comprendió su falta de respuesta, y eso la enfureció.

- ¿Qué pasa, ahora no le gusto? - Le gritó en su cara

El no respondió, y mantuvo su expresión.


       Mientras lo agarraba por el cinturón que sujetaba sus manos, tuvo unos instantes de lucidez en que no se reconoció en ese papel. Jamás había tenido aficiones sado-masoquistas. Más bien era tradicional con el sexo. Pero algo le impedía parar.

      Busco un sillón para sentarse y continuar con la visión del hombre, que se había fundido con la suya. Ya no podía distinguir donde empezaba una y acababa la otra.

      Lo  frente al espejo, abrió sus piernas y obligó al hombre a meter la cabeza entre ellas. Se encontraba completamente mojada por la excitación.

Su monte de Venus estaba depilado y la lengua que minutos antes le había sido negada, empezó a recorrerlo lentamente.

Le soltó el cinturón para tener mejor movilidad y se dispuso a disfrutar mirando al espejo.


     Esta vez vio sin ninguna duda que en el espejo había un halo que impedía ver con nitidez su reflejo. Pero eso no importaba, la lengua extraña recorría su vagina con la misma cadencia que había recibido los golpes. Sus gemidos aumentaron en intensidad indicando la proximidad del momento deseado.

El momento del orgasmo le llevó sensaciones desconocidas, hasta entonces para ella. Solo duró unos segundos, pero pensó que había tocado el cielo.

- ¿Se encuentra bien?


Mientras ella se recuperaba, escuchó la pregunta que le hacía

- Ssssi – respondió, todavía en una nube.


         Él se levantó, retiró el sillón y la tumbó en la alfombra. Sin preámbulos, se acostó encima de ella e inició el juego amoroso, con un vigor inusitado para su edad. Ella resistía como podía sus envites que le transmitían a la vez placer y dolor. Sus manos recorrían su espalda humedecida por la sangre de los cortes, tiñéndolas de rojo

Giró su cara y pudo ver como el halo del espejo parecía haber cobrado movimiento.

       Se asustó y cuando le iba a decir que parase, nuevas oleadas de placer la invadieron, a la vez que notó que él también había terminado.

     Se sumió en un sopor irresistible. Estaba muy cansada y solo quería dormir.

Cuando despertó, él se había marchado y el espejo había desaparecido. Se vistió y salió a la calle.




     Al pasar por un escaparate, vio reflejado su rostro. Volvió sobre sus pasos para confirmar lo que había visto. Su juvenil aspecto, había desparecido. Representaba , al menos diez años más que los que tenía.

Al día siguiente volvió.

Parecía deshabitada.

     Preguntó y le confirmaron que llevaba vacía muchos años y que existía una leyenda sobre un antiguo dueño de esa casa, aficionado a prácticas ocultistas, que utilizaba un espejo, traído de uno de sus viajes a Oriente, para atraer a mujeres a las que seducía para robarles su juventud.




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