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martes, 1 de octubre de 2013

A vueltas con su vida





¿Qué hago aquí?

            Recordaba haberse preguntado la misma cosa a miles de personas distintas, personas que hacían cola al otro lado de su espejo para darle los buenos días y lavarse el rostro ante sus ojos. Personas que nunca se repetían y que cada día esperaban respuesta diferente a su pregunta, pero sin obtener ninguna en realidad.

          Nunca había sido tarde para nada ni tampoco lo contrario, pero en multitud de ocasiones por su mente viajaba esa fortuna temporal del viajero impaciente, como una especie de apremio que en realidad, tampoco tenía sentido, como otras tantas cosas.

Decidió que la barba no le quedaba bien y se preparó para afeitarse.


          Primero enjabonó la brocha, como tocaba, con movimientos circulares y observando como como subía el bizcocho de jabón, sin necesidad de levadura. Luego se mojó la cara con un poco de agua caliente, y comenzó, primero el cuello, a contrapelo, luego subió hacia la barbilla y podía escuchar el sonido de la cuchilla al rasurar - rsss, rsss, abrasivo-; después las mejillas y las patillas, que se le enrojecían a cada viaje de cuchilla; y por último el bigote, ajustando la mano a los rincones, los rincones de su nariz, de su boca, pero en el último instante un mínimo error y se cortó. ¡mala suerte!, un mínimo tajo en la comisura de sus labios, pero suficiente para manchar la pila blanca donde yacía la brocha enjabonada.

¿Sería posible que alguna vez lograra eliminar las asperezas sin que saltara ni una sola gota de sangre?

Quizá no, pensó para sí





Notas


Las imágenes corresponden a la película "Cuéntame tu vida" (Spellbound) dirigida por Alfred Hitchcock en 1945, creadas por Salvador Dalí y protagonizada por Gregory Peck e Ingrid Bergman.


Música recomendada :Preludio Cavalleria Rusticana

jueves, 25 de abril de 2013

La espera


                  El sol se escondió detrás de la línea del horizonte, y Manuel sintió cómo un estremecimiento recorría su espina dorsal. Esa noche la luna luciría en todo su esplendor, redonda y blanca como la muerte, y si las leyendas eran ciertas sus rayos le alumbrarían a él con un aspecto totalmente diferente. 


           Con una piel distinta a la suya, unos ojos inyectados en sangre, y unos colmillos capaces de segar la vida de quien se les pusiera por delante. Recordó  la noche de luna llena anterior, y se llamó necio a sí mismo repetidas veces. María, al contrario que él, siempre habría creído en las historias de sus mayores, y le había rogado que esperara un día antes de llevarla al bosque, pero él había insistido. 








-Mujer, nada nos va a pasar, si hay hombres-lobo por aquí seguro que ni se fijan en nosotros. Y llevo más de tres meses sin verte, desde que te fuiste a estudiar a Madrid no sabes lo duro que se me está haciendo hasta respirar. Vamos, pequeña mía, hagamos el amor entre las hayas y los helechos, sintamos la hierba húmeda bajo nuestros cuerpos desnudos.


             Una súbita llegada de la fiera ,una cabeza oscura perfilándose entre la espesura, fijando sus penetrantes ojos en ellos, y rompiendo a gruñir. Manuel se colocó delante de su novia y le suplicó  que echara  a correr, pero ella  no le hizo caso, está paralizada por el miedo. La bestia comenzaba su ritual, atacarlos; el se intentaba defender  con una rama seca que ha arrancado a un árbol, el bosque resuena con los ecos de un furioso combate. Finalmente el espanto se retira, y María está intacta. Pero no así Manuel ,tiene el brazo derecho desgarrado, y marcas de dentelladas en el abdomen y en ambos costados. Está perdiendo mucha sangre, su novia hace que se apoye sobre ella mientras ambos vuelven a la aldea, todavía desnudos y tan rápidamente como pueden.


             Veintinueve días más tarde, las heridas del joven habían restañado, y María había podido volver a sus estudios. Pero, mientras los últimos rayos del sol se batían en retirada, a Manuel se le hizo un nudo en el corazón. En breve sabría si lo que le había atacado esa noche era un simple lobo solitario, como había afirmado tajantemente el médico que le había tratado, o algo más. En breve sabría si su vida había caído a un pozo del que ya nunca podría salir.

         


  Mientras la oscuridad terminaba de adueñarse del valle Manuel evocó todos y cada uno de los rasgos de su novia, y los momentos que habían pasado juntos, y musitó una angustiada plegaria a los santos que estuvieran de guardia.

Extraño

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