La lluvia era cómplice de su tristeza. No podía de dejar de pensar cual habría sido el destino de Daniel si ella aceptara aquel café.
Hacía unos días que le no veía a en el metro, solían coincidir muy a menudo y desde su regreso de las vacaciones no le había vuelto a ver. Pensó que él estaría también de vacaciones esos días, pero no. Una mañana de lunes volvieron a encontrarse , una de esas mañanas de lunes en las que cuando te preguntan ¿Que tal?, uno responde "de lunes", con cara de dormido, peleando por coger esa legaña que se resiste incluso después de la ducha y pensando en lo poco que duran los fines de semana. Y eso precisamente fue lo que le dijo Daniel cuando Julia le pregunto que tal estaba.
-Entonces me apunto con vosotras, así no vas sola en el metro.
Bajando las escaleras, charlando tranquilamente, no corrían, ni tampoco molestaban a la gente, tenían sitio de sobra para subir o bajar .
Escucharon llegar el metro, pero era inútil correr no llegarían a tiempo a cogerlo, así que siguieron su ritmo sabiendo que llegarían a tiempo a desayunar. No todos pensaban como ellos, alguien oyendo llegar los vagones al andén echó a correr, sin mirar por donde iba; Daniel recibió un brusco empujón.
Pero eso no pensaba quien pasó al lado de Daniel , que oyendo también llegar los vagones al andén echó a correr, sin mirar tan siquiera por donde iba y empujándole que lejos de poder
agarrarse a las barandillas de las escaleras se agarró a su brazo por puro reflejo. No fue suficiente, su mano sudorosa por el calor resbaló y cayó de espaldas dando un par de vueltas, arrastrando a una chica que bajaba unos escalones por delante de ellos y quedando inmovilizado al sentir el golpe seco contra el último escalón.
El chico que le había empujado ni siquiera se paró para ver qué había pasado o si había sido por su culpa, simplemente se subió al vagón, y respiraba agitadamente por la "carrera" que se había dado para coger un transporte que tarda dos minutos de un vagón al siguiente.
Cuando se cerraban las puertas miró lo que había sucedido y arrodillada junto a Daniel , Julia clavó su mirada en él, intentado buscar una explicación. Se limitó a mirar mientras el tren arrancaba y se alejaba. Solo podía pensar que su compañero se había hecho daño por una persona que como tantas echa a correr para coger ese vagón que está en el andén aún sabiendo que dos, tres, cuatro minutos después vendrá otro.
Lo que no pensaba según miraba a ese chico irse, es que el daño de Dany era tan grave. Le dijo que no podía moverse, que no sentía parte del cuerpo y que sabía que se había hecho algo fuerte. No tardó en llegar la ambulancia, Julia llamó al trabajo para decir lo que había sucedido y acompañarle al hospital.
Un año más tarde ha vuelto al trabajo, los compañeros han luchado mucho para su readmisión, el edificio está habilitado para sus condiciones y afortunadamente sus capacidades mentales siguen siendo las de siempre, uno de los mejores. Él ya no puede andar, sube cada día la rampa de la entrada en su silla de ruedas y la movilidad de la mano derecha es aún algo débil, pero lo va consiguiendo poco a poco.
Aquella persona que no pensó en nadie más que el cuando echó a correr supongo que no sabe como ha acabado todo esto pero quizá no le corría tanta prisa realmente coger ese vagón. Su vida no dependía de dos minutos. Sin embargo ahora Dany depende de una silla de ruedas.
Escucharon llegar el metro, pero era inútil correr no llegarían a tiempo a cogerlo, así que siguieron su ritmo sabiendo que llegarían a tiempo a desayunar. No todos pensaban como ellos, alguien oyendo llegar los vagones al andén echó a correr, sin mirar por donde iba; Daniel recibió un brusco empujón.
Pero eso no pensaba quien pasó al lado de Daniel , que oyendo también llegar los vagones al andén echó a correr, sin mirar tan siquiera por donde iba y empujándole que lejos de poder
agarrarse a las barandillas de las escaleras se agarró a su brazo por puro reflejo. No fue suficiente, su mano sudorosa por el calor resbaló y cayó de espaldas dando un par de vueltas, arrastrando a una chica que bajaba unos escalones por delante de ellos y quedando inmovilizado al sentir el golpe seco contra el último escalón.
El chico que le había empujado ni siquiera se paró para ver qué había pasado o si había sido por su culpa, simplemente se subió al vagón, y respiraba agitadamente por la "carrera" que se había dado para coger un transporte que tarda dos minutos de un vagón al siguiente.
Cuando se cerraban las puertas miró lo que había sucedido y arrodillada junto a Daniel , Julia clavó su mirada en él, intentado buscar una explicación. Se limitó a mirar mientras el tren arrancaba y se alejaba. Solo podía pensar que su compañero se había hecho daño por una persona que como tantas echa a correr para coger ese vagón que está en el andén aún sabiendo que dos, tres, cuatro minutos después vendrá otro.
Lo que no pensaba según miraba a ese chico irse, es que el daño de Dany era tan grave. Le dijo que no podía moverse, que no sentía parte del cuerpo y que sabía que se había hecho algo fuerte. No tardó en llegar la ambulancia, Julia llamó al trabajo para decir lo que había sucedido y acompañarle al hospital.
Un año más tarde ha vuelto al trabajo, los compañeros han luchado mucho para su readmisión, el edificio está habilitado para sus condiciones y afortunadamente sus capacidades mentales siguen siendo las de siempre, uno de los mejores. Él ya no puede andar, sube cada día la rampa de la entrada en su silla de ruedas y la movilidad de la mano derecha es aún algo débil, pero lo va consiguiendo poco a poco.
Aquella persona que no pensó en nadie más que el cuando echó a correr supongo que no sabe como ha acabado todo esto pero quizá no le corría tanta prisa realmente coger ese vagón. Su vida no dependía de dos minutos. Sin embargo ahora Dany depende de una silla de ruedas.
Una vida truncada ,
llena de dificultades a partir de aquel momento
por dos minutos.
llena de dificultades a partir de aquel momento
por dos minutos.
Con sus zapatos en las manos,
perdida su mirada en aquella ventana,
perdida su mirada en aquella ventana,
¿Vale la pena echar a correr?
se pregunta Julia,
mirando la lluvia tras los cristales,
un año después
se pregunta Julia,
mirando la lluvia tras los cristales,
un año después
© MaRía
muy buen texto María,
ResponderEliminaralrededor nuestro van mundos paralelos corriendo en su propio tiempo y velocidad sin apenas notar el giro del otro
somos autómatas del éxito y del apuro sin sentido
somos testigos a diario no solo en el metro sino en cualquier paso de la acera y hasta en las esperas de autobuses
abrazos y feliz fin de semana
muchas gracias por todas tus huellas
Olá boa tarde!
ResponderEliminarNavegando encontrei seu blog, somos iniciantes, eu e meus colegas professores que fizemos um blog para nossa escola Raimundo Honório. Estou seguindo o seu pois as postagens são todas maravilhosas.
Lhe convido a conhecer o nosso se gostar de seguir, será um prazer. Abraços da família RH
Siempre corriendo y para al final llegar tarde. No merece la pena las prisas no son buenas y como en tu relato a veces son nefastas. Un buen planteamiento de una realidad cotidiana. Buenas noches y sueños llenos de cosas bonitas
ResponderEliminarUy una historia para reflexionar y si es verdad que cuando estas en el metro la gente te empuja sin importarles nada. Se ha perdido la empatia y la amabilidad. Te mando un beso
ResponderEliminarDespués de alabar tu relato en reflexión puedo decir que hubo un tiempo en que mi vida era prisa, en que tenía que sacar tiempo al tiempo y nunca sabré si como en tu relato arrastre alguna víctima, lo que sí se es que acabé dándome cuenta de que yo era una agonía constante.
ResponderEliminarCreo que lo he conseguido, con los años he cambiado esa conducta odiosa de mi vida.
Me encantó, un abrazo.
Tu relato tiene más miga de la que parece. La de veces que yo me he caído por las escaleras por correr es incontable hasta que un día me dio pena de mí misma que no era ni las 7 de la mañana y yo tuviera que correr por no perder un metro, me di cuenta que era absurdo, que no era vivir, que no había necesidad, esos 3 minutos que tarda el siguiente no puede significar nada en un día. Por otro lado qué bien has captado el hecho de que nuestra vida puede cambiar en un solo instante.
ResponderEliminarMagnífico.
Así se vive hoy, corriendo, empujando sin la mínima preocupación por el otro. Yo primero.
ResponderEliminarY también están los inconscientes que cruzan sin mirar el semáforo porque están muy ocupados consultando el móvil. La vida pasa en un suspiro, en una maratón constante.
Muy buen texto, aleccionador y que muestra las consecuencias que pueden tener esa forma de encarar el día.
Que tengas un hermoso domingo, MaRía.
Detesto a la gente apurada
ResponderEliminarA esos que dejan el baño sucio, las tazas sin lavar y a veces la puerta de calle sin cerrar
Detesto los rapiditos
Detesto los pedidos urgentes de informes al filo de fin de jornada laboral
Detesto a los que corren por calles y avenidas
Abrazos
Tristemente real... para reflexionar con calma.
ResponderEliminarBuen texto !
buena semana María, muchas gracias por tus huellas :)
ResponderEliminarQue tengas buena semana. Saludos desde Almería
ResponderEliminarEs imprescindible llegar a tiempo, pero para eso hay que salir temprano y siempre cuidando de sí mismo y de quien está a nuestro alrededor.
ResponderEliminarLos accidentes no existen, son descuidos.
Besos, MaRía
Gracias a todos por vuestras huellas, las prisas no son buenas consejeras , aunque muchas veces la vida nos empuja, nos empuja a dejar a un lado degustar el momento. Así me pasa esta mañana que el tiempo se echa encima , tal vez porque como no soy partidaria de ellas mis desayunos los disfruto con calma degustando el silencio de la mañana
ResponderEliminaros contesto uno a uno dentro de unas horas , cuando el reloj me dé una tregua y vuelva a saborear el silencio de mi cuarto
sed felices y mil gracias de nuevo
bienvenidos a aquellos que han arribado a esta orilla , como no os visitaré para seguir creciendo al empaparme, no de lluvia, si no de vidas ( las vuestras)
Maria