... Acostumbraba a invitar al silencio, para acompañarme

Después,
bebíamos los dos ,
en secreto un cáliz de ansias
que se disolvía
en sonámbulos letargos
de las madrugadas
a la amparo de las agujas
de un tísico reloj de pared
que marcaba sin piedad,
uno por uno
cínicos y feroces
minutos de insomnio
insolente, insaciable devorador
de calmas nocturnas
MaRia
