sábado, 8 de junio de 2019

Lluvia tras los cristales

Coeur Volant - Zaz
     

           La lluvia era cómplice de su tristeza. No podía de dejar de pensar cual habría sido el destino de Daniel si ella aceptara aquel café.


           Hacía unos días que le no veía a en el metro, solían coincidir muy a menudo y desde su regreso de las vacaciones no le había vuelto a ver. Pensó que él estaría también de vacaciones esos días, pero no. Una mañana de lunes volvieron a encontrarse , una de esas mañanas de lunes en las que cuando te preguntan ¿Que tal?, uno responde "de lunes", con cara de dormido, peleando por coger esa legaña que se resiste incluso después de la ducha y pensando en lo poco que duran los fines de semana. Y eso precisamente fue lo que le dijo Daniel cuando Julia le pregunto que tal estaba.

-De lunes total, estoy dormidísimo, necesito un café, ¿te apuntas?
-Hoy no cielo, voy a desayunar con unas compañeras , pero estoy pensando que el café me lo metan por vena a ver si también me despierta a mi.

-Entonces me apunto con vosotras, así no vas sola en el metro.


Justificar a ambos lados
        Bajando las escaleras, charlando tranquilamente, no corrían, ni tampoco molestaban a la gente, tenían sitio de sobra para subir o bajar .

         Escucharon  llegar el metro, pero era inútil correr no llegarían a tiempo a cogerlo, así que siguieron su ritmo sabiendo que llegarían a tiempo a desayunar. No todos pensaban como ellos, alguien oyendo llegar los vagones al andén echó a correr, sin mirar por donde iba; Daniel recibió un brusco empujón.


          Pero eso no pensaba quien pasó al lado de Daniel , que oyendo también llegar los vagones al andén echó a correr, sin mirar tan siquiera por donde iba y empujándole que lejos de poder
agarrarse a las barandillas de las escaleras se agarró a su brazo por puro reflejo. No fue suficiente, su mano sudorosa por el calor resbaló y cayó de espaldas dando un par de vueltas, arrastrando a una chica que bajaba unos escalones por delante de ellos y quedando inmovilizado al sentir el golpe seco contra el último escalón.

          El chico que le había empujado ni siquiera se paró para ver qué había pasado o si había sido por su culpa, simplemente se subió al vagón, y respiraba agitadamente por la "carrera" que se había dado para coger un transporte que tarda dos minutos de un vagón al siguiente.


          Cuando se cerraban las puertas miró lo que había sucedido y arrodillada junto a Daniel  , Julia clavó su mirada en él,  intentado buscar  una explicación. Se limitó a mirar mientras el tren arrancaba y se alejaba. Solo podía pensar que su compañero se había hecho daño por una persona que como tantas echa a correr para coger ese vagón que está en el andén aún sabiendo que dos, tres, cuatro minutos después vendrá otro.


         Lo que no pensaba según miraba a ese chico irse, es que el daño de Dany era tan grave. Le dijo que no podía moverse, que no sentía parte del cuerpo y que sabía que se había hecho algo fuerte. No tardó en llegar la ambulancia, Julia llamó al trabajo para decir lo que había sucedido y acompañarle al hospital.

              Un año más tarde ha vuelto al trabajo, los compañeros han luchado mucho  para su readmisión, el edificio  está habilitado para sus condiciones y afortunadamente sus capacidades mentales siguen siendo las de siempre, uno de los mejores. Él ya no puede andar, sube cada día la rampa de la entrada en su silla de ruedas y la movilidad de la mano derecha es aún algo débil, pero lo va consiguiendo poco a poco.

           Aquella persona que no pensó en nadie más que el cuando echó a correr supongo que no sabe como ha acabado todo esto pero quizá no le corría tanta prisa realmente coger ese vagón. Su vida no dependía de dos minutos. Sin embargo ahora Dany depende de una silla de ruedas.





Una vida truncada ,
llena de dificultades a partir de aquel momento
por dos minutos.

Con sus zapatos en las manos,
perdida su mirada en aquella ventana,

¿Vale la pena echar a correr?
 se pregunta Julia,
mirando la lluvia tras los cristales,
un año después

© MaRía

Extraño

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