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sábado, 21 de diciembre de 2013

Missing - el desenlace


Instintivamente miró por la ventanilla y allí estaba...

De pié, con las manos dentro de los bolsillos de la gabardina y mirando como el autobús se ponía en marcha y se alejaba de la estación de servicio.



Con un movimiento rápido, se giró en su asiento y le vio a lo lejos, con sus ojos fijos en los de ella y emitiendo una extraña sonrisa, que hizo que su estómago le diera un vuelco por no terminar de comprender nada de todo aquello.


Si no era un pasajero del autobús y ahora estaba allí parado, mirándola como se alejaba, ¿quién era?. Y ¿por qué estaba en aquel momento en el pasillo dándole el teléfono que se le había caído?.


Perdone... - le despertó una voz- hemos llegado, solo quería decírselo, debemos bajar.


Abrió los ojos de golpe y se encontró con su compañera de asiento, la chica que había estado a su lado en todo el viaje pero que dormía desde casi el momento de salir . Le estaba diciendo que ya habían llegado y ella se había quedado dormida sin darse cuenta.


Miró su mano y ahí estaba el teléfono, húmedo por el sudor de la piel al haber estado mucho rato agarrándolo sin moverse. Con su otra mano se tocó el bolsillo del pantalón por fuera. Vacío. Juraría haberlo guardado cuando el señor se lo devolvió.


-¿Donde está el señor de la gabardina?


-¿Quién? Perdone, ¿se encuentra bien?- le dijo la chica mirándola con extrañeza.


- Ha estado durmiendo desde hace mucho, ni siquiera ha bajado usted del autobús cuando hemos parado en la estación de servicio.


De nuevo volvía a no entender nada, ¿que no había bajado en la parada? Claro que había bajado y por supuesto había estado despierta en todo momento... No podía ser que todo aquello hubiera sido solo un

sueño, era real, muy real.

Quiso pensar que el cansancio le estaba jugando una mala pasada y no quería realmente buscarle una explicación.


Al bajar del autobús sus amigas ya la esperaban alegres y contentas porque al fin, todas las amigas de la infancia volvían a reunirse.


Tanto la fiesta de despedida como la boda fueron muy divertidas, hablaron de recuerdos de cuando eran niñas, se presentaros a sus respectivas parejas. Algunas ya estaban casadas, otras incluso tenían hijos, dos de ellas fueron solas y se contaron sus largas y desastrosas vidas amorosas, quedaron para el domingo, antes de volver cada una a sus rutinas y a sus ciudades en visitar la antigua casa-museo donde según la historia del pueblo, había residido la primera familia que fundó un negocio en el pequeño y apartado lugar.



         Era un pueblo pequeño donde todos se conocían y era extraño que en alguna de las casas no se tuviera un primo o algún otro familiar lejano.








            Aún con restos de resaca y cansancio, las cinco se dirigieron allí, menos la recién casada que a saber como acabaría la noche, lógicamente.


               Al llegar ya había gente, entraban y salían en orden. La casa era muy vieja, con ese olor a libros antiguos y armarios cerrados demasiado tiempo. Todos sus muebles tenían algún pequeño roce y esos diminutos agujeros que aparecían siempre por la carcoma y el paso del tiempo. La mesa de la pequeña salita de estar donde había una estufa de acero, redonda de la cual salía un tubo hasta el techo, estaba cubierta por esos blancos de encaje del que colgaban unas borlas en cada esquina, solo que este ya estaba amarillento y algo almidonado.



             De la salita se pasaba directamente al negocio que daba a la plaza mayor del pueblo, una vieja casa de costura donde se hacían arreglos de ropa y se confeccionaban trajes para los habitantes, incluso para pueblos vecinos, llegó a hacerse muy famoso por ser el primero en abrirse en toda la localidad.


            Las cinco amigas iban de un lado a otro, mirando piezas antiguas, máquinas de coser que solo habían visto en otros museos o fotos, maniquís con trajes de aquella época y artículos de decoración que alguna de ellas llegó a pensar en el valor económico que tendría por su antigüedad y significado.


        Una de ellas se giró y al ver a su amiga pálida, quieta, inmóvil mirando una foto muy vieja y se extrañó por la expresión de su cara. Estaba como asustada, los labios la temblaban ligeramente y sus manos se habían quedado de repente frías.


Se acercó a ella y le preguntó qué ocurría.


           La chica solo pudo articular dos palabras, preguntando quién era y señalando una foto que colgaba de una de las paredes del negocio.



             Uno de los guías le dijo que era el fundador del local, el cabeza de familia y padre de las costureras que habían dado vida al lugar. Murió hacía ya 65 años y con su fallecimiento la gente había empezado a crear leyendas y mitos tontos.



       El chico sonrió al contarles la historia que según el, no se creía ni aunque lo viera con sus propios ojos.




         Contaba que la gente del pueblo hablaba de un viejo al que se le veía subir a los autobuses que iban y venían de otras ciudades, pero nadie conocía, nunca llevaba billete y todo lo que le acompañaba era una gabardina larga, con grandes bolsillos y una sonrisa bajo su espesa barba blanca...


Creative Commons License

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.





sábado, 14 de diciembre de 2013

Missing I

Escuchando:Nick Cave and Warren Ellis; The Road




       No podía conciliar el sueño a pesar de estar agotada y llevar más de 48 horas de un lado a otro habiendo dormido tan solo tres de ellas. Quiso cerrar los ojos y dejarse llevar por el suave traqueteo del autobús, pensando que casi no se oía el ruido del motor y eso era una ventaja. Necesitaba dormir antes de llegar a su destino , una vez allí le resultaría prácticamente imposible descansar hasta la noche del día siguiente e iba a ser un día largo y duro.


          Pero apenas sí había dejado caer los párpados sintió la vibración del móvil en el bolsillo del
pantalón, tan solo dos leves toques lo cual le dijo que era un mensaje. Dudó un momento si leerlo o dejarlo para más tarde y concentrarse en dormir pero sintió curiosidad por si fuera de la oficina o de su casa dando alguna noticia importante.


La pequeña pantalla del móvil se iluminó cuando desbloqueó el teclado y efectivamente, un mensaje recibido le hizo sonreír.



Era de el , que una vez más le hacía saber lo mucho que la echaba de menos.





"Paseando por las calles de esta perfecta ciudad, no puedo más que sentirte a mi lado, desear que este paseo vuelva a ser lo que una vez nos dijo que el tiempo era nuestro. Te quiero."

         Supo qué contestar pero no lo hizo en ese momento, había una especie de conexión entre
ambos que les unía, que les hacía sentir lo especiales que eran y sabían que nada ni nadie conseguiría entender el tipo de relación que tenían.




         Pensando en todo eso, y con el móvil en la mano cerró los ojos, apoyando su cabeza en el
respaldo del asiento. Sintió esa tibieza relajada en la que no estás dormido pero tampoco despierto, en la que oyes lo que hay a tu alrededor pero en tu mente empiezas a ver imágenes de un sueño que tan solo acaba de empezar.

Y respiró profundamente.


        Abrió los ojos y desde la ventanilla del autobús pudo ver una luna roja como fuego, apenas empezando a ascender, asomando tímidamente tras una enorme montaña. 

     Preciosa, brillante, con un color incomparable, jamás nadie podría imitar un tono así.



        Alguien tocó su hombro y eso la sobresaltó, incorporándose en el asiento y poniendo su mano en el pecho en señal de que se había asustado, un acto reflejo que le hizo pensar que minutos antes tenía el móvil en esa mano.


Miró al hombre que había puesto la mano sobre su hombro y luego miró su mano buscando.


       El hombre mayor, alto, de aspecto entrañable pero mirada triste le alargó el teléfono móvil con una media sonrisa y ella lo miró extrañada, como si no supiera de qué se trataba ese aparato que el le ofrecía. Volvió a mirar a los ojos de aquel hombre y sin dejar de hacerlo cogió el teléfono, guardándoselo por instinto en el bolsillo de nuevo y pensando que quizá durante una milésima de segundo se había quedado traspuesta y el teléfono se había caído al dejar la mano relajada.



      Dio las gracias al hombre mientras se giraba para desabrocharse el cinturón de seguridad y levantarse para estirar un poco las piernas pero cuando se levantó no vio a nadie en el pasillo del autobús, solo ella estaba de pie y los demás pasajeros ocupaban sus asientos. Algunos dormidos, otros leyendo, unos cuantos más con los auriculares viendo la película que en las pequeñas pantallas que salían del techo del vehículo ofrecían para hacer más ameno el viaje... Pero nadie de pie y con lo poco que había tardado en desabrocharse el cinturón y levantarse, el hombre solo podía estar en algún asiento muy cercano al suyo, con lo que pensó que incluso había sido rápido para volver a sentarse.



     Estudió a los pasajeros que había alrededor, disimuladamente miraba a todos y cada uno de
ellos esperando encontrarse con los ojos de ese hombre que la había sobresaltado pero por más que miraba, nadie se le parecía, la mayoría era gente joven o de mediana edad.


      Tampoco podía haber ido al diminuto baño que se encontraba justo en la mitad del autobús,
junto a la puerta de salida ya que todos los asientos estaban ocupados, no había ni uno solo libre.


      Llegó a pensar que estaba tan cansada que quizá no consiguió ver bien entre la oscuridad
que ya empezaba a atrapar la noche y por eso no localizaba al señor de pelo canoso y mirada
triste y exenta de toda vida.


Hizo una mueca con la cara como de despiste, no terminaba de entenderlo pero tampoco
le dio mucha más importancia.

       Permaneció durante unos minutos de pié, moviendo ligeramente las piernas para que la sangre circulara un poco y no se le entumecieran. Eran algo más de cuatro horas de viaje y ya estaba muy cansada.


Se dirigía a la boda de una amiga y sabía que nada mas llegar ya la esperaba una buena fiesta de despedida y al día siguiente sería aún peor.


         Volvió a su asiento, quedaba poco para hacer la parada obligatoria de descanso y empezaba a estar hambrienta. Estuvo leyendo durante un rato pero no conseguía dejar de pensar quién sería aquel señor que tan amablemente le había devuelto el móvil y había desaparecido de aquella manera tan extraña.


Quizá cuando pararan podría buscarle más detenidamente para darle de nuevo las gracias.

 

     O eso intentó al menos una vez que hubieron descendido todos los pasajeros pero fue inútil la búsqueda. Entró al bar de carretera en el que todos estiraban las piernas y tomaban algún refrigerio antes de continuar el camino. Paseó entre las mesas del local, miró la barra, incluso miraba la puerta de los aseos pero no había rastro de aquel hombre. Recordaba que llevaba una especie de gabardina de color crudo, y la barba espesa y canosa le daba un aire de ser alguien entrañable, como uno de esos abuelos que todos quisiéramos tener para sentarnos junto a el a escuchar cuentos o historias de familia.

          En todo el lugar no había nadie de esas características y pensándolo más detenidamente era algo extraño que llevara una gabardina tan gorda con el calor que hacía en el autobús a pesar de estar ya en otoño. Para un viaje tan largo sería incómodo llevarla durante todo el trayecto.

Decidió ser la última en subir y así vería a todos los pasajeros del autobús.






       Pero nada, cuando ya no quedaba nadie del grupo de ese viaje el conductor la miró con interrogantes para saber si se quedaba en medio del camino o se decidía a subir mientras ponía de nuevo en marcha el motor. En medio del pasillo y según avanzaba hacia su asiento comprobó una vez mas que todos estaban ocupados y al sentarse, instintivamente miró por la ventanilla y allí estaba.

Extraño

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