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viernes, 14 de febrero de 2020

Coraje

Suena : 25 años [ Carmen París y Santiago Auserón]


Regálame tus besos
que queman, que queman.
Me enreda lo que falta
y lo que se aleja,
¿qué importa lo que hicimos?
si aunque me quieras,
te olvidaras de mi.
Y hoy brindo por ti
y brindo por mi.

25 años©




[Buscaba ]

Aquel aroma en cama deshecha
aquel rubor en sus mejillas
aquella voz ronca
aquel escalofrío en la piel
aquel brillo en los ojos
aquellas manos buscado infinitos
y aquella palabra

Palabra prohibida
tantas veces pronunciada
tantas veces maltratada
después de utilizarla

Ella, no pedía mucho
tan sólo la osadía
la osadía en la calle
o en un oscuro callejón

Expuesta, sin corazas
al sentimiento preñado
a esa pasión que tenía dueño
y al riesgo

A correr el riesgo
de que les llamasen
amantes
amantes del amor
sin falsas monedas
por un día
de coraje en el amor 

MaRía 

15/08/2018

jueves, 6 de febrero de 2020

Diferente

Las batallas se pierden con el mismo espíritu con que se ganan
Walt Whitman



      Trabajaba rodeado de mujeres. Por eso no era extraño oír, sin querer, alguna de sus conversaciones.

        El asunto preferido de ellas era hablar de los hombres y de sus infidelidades. A veces, se metía con ellas, le encantaba provocarlas para observar sus reacciones entre alguna sonrisa y algún asombro. Con él, estaban muy a gusto, podían conversar abiertamente porque lo consideraban un ejemplar muy raro.

¡Quién les diera a ellas encontrar un hombre así!

      No andaba detrás de las faldas, era un marido devoto y apasionado, un hombre que vive una relación que duraba más de veinte años.

        Confiaban en él, lo buscaban, pidiéndole su opinión cuando se sentían más vulnerables. Todas tenían problemas amorosos: una era demasiado creyente e ingenua, otra se sentía víctima de su amor, estaba también aquella, que se apasionaba por encontrar su pareja ideal, obsesionada de que esta vez fuera para toda la vida.

       Le encantaba conversar con la secretaria, mujer de una belleza serena, inteligente, mujer de gran sensatez. Aún así, parecía vivir angustiada por no entender la falta de interés que le mostraba su esposo, que prefería la compañía de mujeres mucho más jóvenes.

   El era diferente y, por eso mismo, las mujeres lo respetaban, lo adulaban y se esmeraban en agradarle sin condición. Era la personificación de lo que ellas idealizaban en un hombre.

    

     No es que fuera menos masculino que los demás, que no tuviera los mismos deseos. Apreciaba a las mujeres, le fascinaba fotografiarlas captando su sensualidad, en su abandono sublime y provocador de sus cuerpos desnudos.           Fantaseaba , a veces, pero solo era eso, una mera fantasía, un devaneo imaginario. Hacía honor a la solemnidad de los votos del matrimonio, creía en el amor vivido en transparencia, sin subterfugios, creía en el valor del compromiso, creía en una relación sin falsedad.

           Presumía de ser feliz, estaba satisfecho, más había momentos en que tenía sus dudas.

¡Que diablos! al final era un ser humano, con todas las flaquezas y dudas, inherentes a esa condición.

                Vivía una vida familiar donde los momentos altos pesaban más que los bajos, sin grandes rasgos de entusiasmo, pero en armonía y equilibrio. Sentía la seguridad de una unión estable con la mujer de la cual se había enamorado, cuando aún era un adolescente. No se podía quejar.



                 Por la noche, después de un día de trabajo y de escuchar las incesantes tragedias de sus compañeras, se acurrucaba en los brazos de su amor, reposaba la cabeza en su regazo , ella jugaba con su cabello , lo besaba, sonreían. No era la misma pasión de los primeros años, pero con todo, había un cariño que él no cambiaría por nada de este mundo.

            En los brazos de su mujer, con los ojos cerrados, sonreía al pensar que ella era feliz con el, que ella no tenía motivos de queja como aquellas compañeras de trabajo. Sentía un cierto orgullo y su ego permanecía intacto.


Sabía, entonces, que valía la pena ser un hombre diferente.

       


     Eso fue lo que  pensó hasta descubrir la deslealtad de su esposa y darse cuenta del engaño en el que había vivido los últimos cinco años.
 


sábado, 8 de junio de 2019

Lluvia tras los cristales

Coeur Volant - Zaz
     

           La lluvia era cómplice de su tristeza. No podía de dejar de pensar cual habría sido el destino de Daniel si ella aceptara aquel café.


           Hacía unos días que le no veía a en el metro, solían coincidir muy a menudo y desde su regreso de las vacaciones no le había vuelto a ver. Pensó que él estaría también de vacaciones esos días, pero no. Una mañana de lunes volvieron a encontrarse , una de esas mañanas de lunes en las que cuando te preguntan ¿Que tal?, uno responde "de lunes", con cara de dormido, peleando por coger esa legaña que se resiste incluso después de la ducha y pensando en lo poco que duran los fines de semana. Y eso precisamente fue lo que le dijo Daniel cuando Julia le pregunto que tal estaba.

-De lunes total, estoy dormidísimo, necesito un café, ¿te apuntas?
-Hoy no cielo, voy a desayunar con unas compañeras , pero estoy pensando que el café me lo metan por vena a ver si también me despierta a mi.

-Entonces me apunto con vosotras, así no vas sola en el metro.


Justificar a ambos lados
        Bajando las escaleras, charlando tranquilamente, no corrían, ni tampoco molestaban a la gente, tenían sitio de sobra para subir o bajar .

         Escucharon  llegar el metro, pero era inútil correr no llegarían a tiempo a cogerlo, así que siguieron su ritmo sabiendo que llegarían a tiempo a desayunar. No todos pensaban como ellos, alguien oyendo llegar los vagones al andén echó a correr, sin mirar por donde iba; Daniel recibió un brusco empujón.


          Pero eso no pensaba quien pasó al lado de Daniel , que oyendo también llegar los vagones al andén echó a correr, sin mirar tan siquiera por donde iba y empujándole que lejos de poder
agarrarse a las barandillas de las escaleras se agarró a su brazo por puro reflejo. No fue suficiente, su mano sudorosa por el calor resbaló y cayó de espaldas dando un par de vueltas, arrastrando a una chica que bajaba unos escalones por delante de ellos y quedando inmovilizado al sentir el golpe seco contra el último escalón.

          El chico que le había empujado ni siquiera se paró para ver qué había pasado o si había sido por su culpa, simplemente se subió al vagón, y respiraba agitadamente por la "carrera" que se había dado para coger un transporte que tarda dos minutos de un vagón al siguiente.


          Cuando se cerraban las puertas miró lo que había sucedido y arrodillada junto a Daniel  , Julia clavó su mirada en él,  intentado buscar  una explicación. Se limitó a mirar mientras el tren arrancaba y se alejaba. Solo podía pensar que su compañero se había hecho daño por una persona que como tantas echa a correr para coger ese vagón que está en el andén aún sabiendo que dos, tres, cuatro minutos después vendrá otro.


         Lo que no pensaba según miraba a ese chico irse, es que el daño de Dany era tan grave. Le dijo que no podía moverse, que no sentía parte del cuerpo y que sabía que se había hecho algo fuerte. No tardó en llegar la ambulancia, Julia llamó al trabajo para decir lo que había sucedido y acompañarle al hospital.

              Un año más tarde ha vuelto al trabajo, los compañeros han luchado mucho  para su readmisión, el edificio  está habilitado para sus condiciones y afortunadamente sus capacidades mentales siguen siendo las de siempre, uno de los mejores. Él ya no puede andar, sube cada día la rampa de la entrada en su silla de ruedas y la movilidad de la mano derecha es aún algo débil, pero lo va consiguiendo poco a poco.

           Aquella persona que no pensó en nadie más que el cuando echó a correr supongo que no sabe como ha acabado todo esto pero quizá no le corría tanta prisa realmente coger ese vagón. Su vida no dependía de dos minutos. Sin embargo ahora Dany depende de una silla de ruedas.





Una vida truncada ,
llena de dificultades a partir de aquel momento
por dos minutos.

Con sus zapatos en las manos,
perdida su mirada en aquella ventana,

¿Vale la pena echar a correr?
 se pregunta Julia,
mirando la lluvia tras los cristales,
un año después

© MaRía

martes, 14 de mayo de 2019

Historia de una cama






                   Su abuela tenia, entre otras cosas, unas pocas buenas costumbres.

           Entre ellas, tenia la habilidad de contarle  cosas para que se durmiera, pero a veces lo conseguía y otras no. Una noche hablaban  de casas, como cada casa tenia puntos en común con sus dueños y como tenían personalidad y hasta tenían su propio olor, hasta que le explicó que las casas eran como las personas.




-¿Qué quieres decir, yaya?, eso no es posible



-Claro que lo es, y además te lo demostraré




-Verás, cada una de las partes de la casa se corresponde con una parte de tu cuerpo, y así puedes saber que tipo de casas son y que personalidad tienen.




- Venga ya abuela, que no cuela.




- Que sí, que sí, mira, por ejemplo, el despacho, el despacho es el cerebro, es allí donde se estudia y donde está la información importante, y también es allí donde se toman la decisiones, el despacho es la inteligencia y el cerebro




- Si, ya -contestó ella , demostrando que no le convencía en absoluto




- La cocina, piensa en la cocina.  la cocina es el estómago, allí es donde está todo lo que te alimenta


- Claro, esa era fácil, pero abuuuu, me estás contando un rollazo.


- Que no boba, te pondré otro ejemplo, el dormitorio, el dormitorio es el corazón, los sueños y los deseos surgen allí, allí se reposa y allí se ama, el dormitorio aunque no te lo creas es el corazón y es la parte más importante de la casa.



           Aquel tono melodramático que alcanzaba la conversación y su ausencia de sueño, hicieron que su  cara de cuatro y su escepticismo romántico se sublevaran por completo.


- Vale yaya, vale, lo que tu me digas. ¡uiiiii que sueño me está entrando!- le comentó mientras pensaba en unos cómics que tenia en aquel cuarto.



            Esta tarde vinieron dos operarios de una tienda de muebles a cambiarle  la cama. Llevaba su dormitorio toda la semana vacío, sin aquella mediana cama heredada y vieja, y con cierto aire decadente que sus vecinos le  imploraban que cambiara a golpes de pared los fines de semana y que el a mi mismo me prometía que tenia que hacer ya, sin esperas, desde hacia bastante tiempo. Mientras montaban su  nueva cama y el eco de la habitación se iba esfumando, pensaba en la historia de su  abuela, y que quizá no estuviera tan equivocada, que algo había cambiado.

Además de su  cama.






24/9/09





Extraño

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